El acuerdo anunciado, si bien parece haber evitado el peor de los escenarios, y a falta de conocer el redactado definitivo y los detalles pendientes de negociar, ejercerán una presión importante sobre las exportaciones químicas españolas hacia Estados Unidos y, de forma indirecta, sobre las exportaciones de intermedios a otros países de la UE que tengan en el país norteamericano su destino final, erosionando los flujos comerciales y de inversión a través del Atlántico.
En 2024, de los 59.166 millones € exportados por la industria química española (integrando datos de química y farma), 3.505 millones tuvieron como destino los Estados Unidos (6% del total), siendo este país el segundo mayor origen de las importaciones de nuestro sector por valor de 8.129 millones € (13% del total).
El impacto del acuerdo en nuestras exportaciones será mayor en las commodities que en los productos más especializados por su mayor exposición a la competencia internacional, siendo por tanto importante el mapa arancelario establecido por los EEUU con el resto de países y la posición relativa de la UE respecto a ellos.
Líneas de actuación de la UE
No obstante, es sumamente importante para el sector (como para múltiples industrias) trabajar en la inclusión de productos químicos en el acuerdo de «aranceles cero por cero», e incluso desarrollar un acuerdo sectorial completo y equilibrado que garantice condiciones comerciales favorables, aumente la previsibilidad y refuerce la competitividad de nuestra industria. Las materias primas y los insumos químicos se transportan regularmente de un lado a otro del Atlántico, añadiendo valor en cada etapa de la producción.
Asimismo, como sector orientado a la exportación (la industria química española realiza en mercados exteriores más del 70% de su cifra de negocios), la Comisión Europea debe redoblar sus esfuerzos en el desarrollo de la agenda de libre comercio de la UE, con la finalidad de abrir nuevos mercados. En este contexto, Europa también debe ser más ágil en la aplicación de medidas de defensa comercial, especialmente monitorizando productos estratégicos y aplicando medidas antidumping y antisubvención cuando sea preciso.
Por último e independientemente de la política arancelaria y de los instrumentos de defensa comercial, Europa tiene que ejecutar con diligencia medidas para elevar su competitividad industrial. Este objetivo prioritario adoptado por la UE y plasmado en el Clean Industrial Deal debe atajar con eficacia los dos grandes problemas que impactan negativamente sobre la economía productiva como son los desproporcionados costes energéticos y la sobrerregulación.
En el primer caso, y pese a la mayor generación renovable, con menores costes de operación, los precios eléctricos se han duplicado respecto a los anteriores a la pandemia, y el precio del gas se ha consolidado en la misma proporción, afectando fundamentalmente a las actividades industriales básicas de todo el continente y poniendo en grave riesgo la autonomía estratégica.
Respecto a la sobrerregulación, si bien las propuestas ómnibus de simplificación normativa y administrativa continúan avanzando, éstas deben ser más estructurales y permanentes, ya que solo en el sector químico se estima que suponen la pérdida del 12% del valor añadido generado.
En definitiva, la respuesta ante los nuevos aranceles debe concentrarse en la negociación de excepciones “cero por cero”, en la apertura de nuevos mercados y en la mejora de la competitividad industrial europea.